sábado, 1 de julio de 2017

¿Talento o disciplina para triunfar?

No es consuelo sino una realidad estadística. Hace tiempo planteaba el asunto en mis estudiantes sobre la posibilidad de encontrar la perfección en la actividad en que nos desenvolvemos. Lo redefiní como "Efecto Mozart Bis", aludiendo que lo relacionarían con el efecto de la música en el cerebro y que no corresponde a este espacio profundizar, más no con el de la perspectiva abordada:

     " (W. Amadeus) Mozart no tuvo una infancia feliz como cualquier otro niño, desde los cincos años tuvo que trabajar con su padre e ir de giras; por aquel entonces un niño de su corta edad no viaja tanto como él. No tuvo relaciones con amigos de su edad, solo con adultos. Su padre (Leopold Mozart) le tenía de escaparate hasta que algún aristócrata o algún alto cargo de la iglesia le diera una oportunidad de trabajar fijo y que le protegiera, como a otros artistas. Pero no fue así, ya que el arzobispo de Salzburgo era reacio a dejarle demasiado libre por otras cortes y siempre le estaba llamando a Salzburgo. A los doce años ya era un concertista experto y mucho más admirado y querido". *

     ¿Necesitamos del talento con la disciplina para brillar? ¿Cuánto porcentaje es de talento? ¿Cuánto de disciplina? ¿Qué efecto causa en nosotros el conocer la infancia de Mozart?

     Si cada día realizara una rutina específica es probable que al paso de cierto tiempo me vuelva experto, planteamiento que no es nuevo pero sí lo es el hecho de intentar saber el tiempo exacto de esto. ¿A los cuántos años de práctica contínua nos podemos considerar como dominadores de nuestras área? Será que la respuesta es tan relativa como la pregunta misma ya que en apariencia hay oficios y artes más difíciles que otros. ¿Será que la respuesta estará entre los siete y ocho años que le llevó a W. A. Mozart?

     Un chef alguna vez me repitió una frase cuya cita no recuerdo y que versaba más o menos así sobre el orgullo de su profesión: " Yo alimento y así renuevo a las personas para que salgan a luchar y por lo tanto, doy vida".  Desde ese lado de la montaña es fácil decir que cada empleo llevará su dosis de salvamento hacia un mundo cada vez más necesitado por que así sea, pero la funcionalidad de las habilidades particulares tampoco aclara la pregunta planteada y mucho menos el repetir frases hechas que defienden nuestro eleción de vida a modo de justificación. La situación se agravó al momento de preguntarle sobre el por qué no buscar un estudio más avanzado o nuevas recetas afirmó que "todos los días se aprende algo nuevo".

    No es raro que la hija cocine como la mamá (de hecho no conozco hijo quien crea que su madre no cocine bien), así como tampoco es raro que el hijo de un futbolista histórico intente seguir los pasos de su padre (cosa clara si es lo que ha visto desde siempre). La realidad es que ni la hija cocina como la madre (ni lo hará al menos hasta llegar a su edad) y que el hijo del futbolista llegue a igualar las gestas del padre (con excepciones como Paolo Maldini). Estadísticamente los hijos pierden por goleada, pero no es su culpa. ¿Leopold Mozart fracasó o triunfó en la vida?

     Todo depende del lado de la montaña en que se esté. Se puede llegar a la cumbre por la cara más amable o a través de una ruta inexplorada. Y a pesar que el resultado puede ser el mismo, no lo es. Expertos somos todos y a la vez ninguno. 

     No por nada existen listas de los empleos más extraños; de los más agotadores; de los peor y mejor pagados. Cada uno con su dosis de preparación. Cada uno con sus sesiones de estudio y entrenamiento de mayor o menor grado. 

     Todo lo anterior viene a cuento porque la base de nuestras actividades nos llevará a la mitad del camino a decidir si se ha hecho un buen esfuerzo en la vidao no; y si este ha tenido recompensa y reconocimiento, fuese intrafamiliar, personal o social.  Todo influye a la hora de delegar responsabilidades por lo que de esas distracciones y habladurías vecinales,  así como de la procastinación nace el hecho de querer responder la pregunta original: ¿A los cuántos años de práctica contínua nos podemos considerar como dominadores de nuestra área?  ¿Será que la respuesta esté en la opinión pública y no en nuestra agenda? No del todo. La respuesta está en nosotros, en los demás y en el acomodo de prioridades ajenas y propias. ¿Cuántos idiomas se puede aprender?  

     Si el curso de los días nos ha llevado a postergar cierto proyecto personal con las ocupaciones del día a día es probable a los sesenta años se pudiera terminar, por lo que la especialización dependerá de factores extrínsecos sin duda alguna, quedando fuera de contexto la frase: "échale ganas", a la que tanto recurrimos como ciudadanos promedio. No es cosa de echarle ganas. Se trata de practicar y especializarse. De asignarle tiempo y de gestionar los recursos desde la experiencia adquirida, porque ya sabemos que:  El hábito no hace al monje pero el hábito sí. 

Walt Disney